domingo, 6 de noviembre de 2011

La literatura moderna

No designa con el nombre de literatura moderna a la literatura de la Edad Moderna, sino a la de nuestra Edad Contemporánea, definida habitualmente como el periodo iniciado con la Revolución francesa (1789) hasta el presente, de modo que es también muy usualmente denominada como literatura contemporánea. No obstante, es un concepto definido con criterios estéticos y no tanto cronológicos, caracterizándose por los valores de originalidad y la ruptura más que por los de la tradición y la continuidad; de un modo similar a como se define el arte moderno o el arte contemporáneo.

Literatura romántica

El romanticismo fue un movimiento de tipo cultural y político, que surgió en Europa a partir del prerromanticismo de finales del siglo XVIII. Los románticos consideraban la libertad como causa suprema, tanto en el arte como en la política y la vida personal. En contraposición al neoclasicismo, el romanticismo se caracterizó por el rechazo de la razón como principio, anteponiendo el sentimiento y la fantasía en el arte.
Entre los rasgos de la literatura romántica se encuentran:
Entre los escritores románticos se encuentran Goethe, Friedrich Hölderlin y E.T.A. Hoffmann en Alemania; Walter Scott, Percy Shelley, John Keats y Lord Byron en Inglaterra; Chateaubriand, Alphonse de Lamartine y Victor Hugo en Francia; Edgar Allan Poe en Estados Unidos; Manzoni y Leopardi en Italia, el Duque de Rivas, José Zorrilla y José de Espronceda en España; Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto en México, José Hernández en Argentina, etc.

La transformación de los géneros

La transformación de la narrativa

La narrativa, que formalmente se sometió a todo tipo de experimentaciones (cuestionamiento del narrador, del protagonista, de la necesidad o no de que exista argumento o hilo conductor de hechos -que pase algo o que no pase nada-, modificaciones de la tradicional estructura narrativa -elipsis, flash-back- e incluso gramática -uso forzado de los estilos: estilo directo, estilo indirecto, estilo directo libre, monólogo interior-, etc.) transcurrió por diferentes trayectorias en las literaturas de cada una de las lenguas y culturas de mayor desarrollo:


·         la inglesa-irlandesa, con James Joyce (Ulises) y Samuel Beckett (quien también escribió en francés);

·         la alemana, con autores como Franz Kafka (El proceso), Herman Hesse (El lobo estepario), Thomas Mann (La montaña mágica), o Günter Grass (El tambor de hojalata), (la relación de los literatos alemanes con el nazismo sigue siendo uno de los temas más polémicos en su historia cultural -véase Exilliteratur, Escritores bajo el nacionalsocialismo, Historiografía#Historiografía alemana-);

·         la francesa, con autores como Marcel Proust (En busca del tiempo perdido), André Gide (Los monederos falsos), Antoine de Saint-Exupéry (El principito), Louis-Ferdinand Céline (Viaje al fin de la noche), André Malraux (L'Espoire), Georges Bernanos (Los grandes cementerios bajo la luna), Albert Camus (El extranjero), Jean Genet (Notre-Dame-des-Fleurs), Marguerite Yourcenar (Memorias de Adriano), Alain Robbe-Grillet (movimiento nouveau roman), Françoise Sagan (Buenos días, tristeza), Anaïs Nin (Diarios), Georges Perec (El secuestro), etc.

·         la rusa, con la pléyade de novelistas del XIX que va de Nikolái Gógol a León Tolstói (Literatura de Rusia#El Siglo de Oro de literatura rusa (siglo XIX)), y continuó en el XX con autores con mayor o menor proximidad al régimen soviético (Máximo Gorki), llegando a la disidencia y al exilio (Boris Pasternak, Vladimir Nabokov, Alexander Solzhenitsin);

·         la italiana con Giovanni Papini (Gog) o Italo Calvino (El barón rampante);la escandinava con la danesa Isak Dinesen (Memorias de África) y la sueca Astrid Lindgren (Pippi Långstrump);la checa con Jaroslav Hašek (El buen soldado Švejk);
·         la española en España, con autores como Valle Inclán (Tirano Banderas), Miguel de Unamuno (Niebla), Pío Baroja (El árbol de la ciencia), José Martínez Ruiz (Antonio Azorín), Gabriel Miró (Años y leguas), Ramón Pérez de Ayala (Tigre Juan), etc.;

La transformación de la poesía

Todas las lenguas y naciones han tenido poetas que han renovado la forma y el contenido de la expresión poética. Entre otros, y citados por orden cronológico de fecha de nacimiento, estarían Walt Whitman (1819), Paul Verlaine (1844), Rabindranath Tagore (1861), Gabriele D'Annunzio (1863), Constantino Cavafis (1863), Rubén Darío (1867), Rainer Maria Rilke (1875), Guillaume Apollinaire (1880), Jalil Gibran (1883), T. S. Eliot (1888), Fernando Pessoa (1888), Borís Pasternak (1890), Vladímir Mayakovski (1893), Wen Yiduo (1899), Dylan Thomas (1914) o Yukio Mishima (1925).

La transformación del teatro

Desde finales del siglo XIX, el teatro se transforma con las aportaciones del noruego Henrik Ibsen, el sueco August Strindberg, los ingleses Bernard Shaw y Oscar Wilde, los españoles Valle-Inclán y Federico García Lorca, los rusos Iván Turgénev y Antón Chéjov, el italiano Luigi Pirandello, el alemán Bertolt Brecht, etc.
Especial importancia tuvo a mediados de siglo XX el teatro del absurdo: Eugène Ionesco, Samuel Beckett, Alfred Jarry, Antonin Artaud, Virgilio Piñera, Jean Genet, Tom Stoppard, Arthur Adamov, Harold Pinter, Slawomir Mrozek, Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Edgar Neville, Fernando Arrabal, etc.
Fundamental importancia tuvo la renovación de la forma en que se concebía la puesta en escena de las obras teatrales, desde el trabajo de los actores (método Stanislavski, Lee Strasberg y el Actors Studio) hasta la escenografía y el cuestionamiento de todas las convenciones teatrales: el espacio escénico (vulneración de la cuarta pared e implicación de los espectadores), la autoría y los roles tradicionales en las compañías teatrales (en beneficio de las figuras del grupo de teatro y del director teatral).